La violencia basada en género (VBG) es un fenómeno social que tiene más de mil años de existencia, pero que hace apenas unos 30 años
se ha tomado como «algo importante», teniendo respuesta del Estado y la sociedad, pero sobre todo y gracias al movimiento feminista y
de la disidencia sexual, que han luchado por el acceso a los derechos y el respeto a las identidades.
Este tipo de violencia se basa en el actual sistema social llamado patriarcado, en un artículo anterior ya te hablamos de qué es y por qué
debemos acabar con él, puedes leerlo aquí. La idea base de este sistema es que lo masculino es superior a lo femenino y a todas las formas
de existencia (incluyendo la comunidad LGTBQ+), lo que se usó por mucho tiempo para justificar que la VBG era un tema intimo, de
pareja o de casa, por lo que era mejor no intervenir; lo que generaba miedo, vergüenza o culpa por denunciar en las víctimas y
sobrevivientes.
Al ser un sistema social significa que en todas del mundo existen las diferentes manifestaciones, la violencia física, psicológica, económica,
simbólica y sexual, las expresiones más duras y claras de la desigualdades que este sistema impone, por lo que se viven y observan aunque
de diferentes formas y grados, en su mayoría de hombres hacia mujeres; lo que no quiere decir que los hombres sean naturalmente
violentos y las mujeres sean naturalmente víctimas, esto se aprende.
Y se normaliza en la educación que recibimos en casa, escuela, barrio, televisión y en todos lados, cada vez que hacemos chistes machistas,
que culpamos a una víctima por la situación de violencia que vivió, que sobrecargamos a las mujeres con las «labores de casa» y que
realizamos algún micromachismo perpetuamos la VBG y sus manifestaciones.
Se estima que cada 7 de 10 mujeres en el mundo han sufrido violencia sexual en algún momento de su vida, una cifra que se ve
encrudecida cuando hablamos de zonas del mundo como nuestro continente América Latina con bajos índices de Estabilidad económica,
política y social, con Estados débiles y casos de corrupción que llegan hasta los niveles más altos de gobierno; y a pesar de los avances
legales, en prevención y provisión de servicios y acceso a la justicia, siguen habiendo brechas por cerrar en muchos países.
Por lo que cada día el movimiento feminista y el de la disidencia sexual generan acciones de activismo en contra de la violencia basada en
género, que si bien nos han dado avances y han conquistado derechos, aún hay mucho por lo que se debe seguir; sobre todo en un país
como Perú, donde una situación como la pandemía mundial ha evidenciado una pandemia aún más cruda e implacable, la de la
violencia hacia las mujeres, por el simple hecho de ser mujeres